martes, 17 de julio de 2007

TRABAJO DE TRINIDAD



NATURALEZA HUMANA.

Lo que busca resaltar San León Magno, es que esta naturaleza es verdaderamente asumida por Dios mismo, en la persona de Cristo, que es consustancial al Padre. No es una naturaleza aparente, si que asume la humanidad en su totalidad, a través de las entrañas de María[1]. Y es por esta naturaleza que es que Dios padece, al asumir ciertamente nuestra condición.

“…el Hijo del hombre descendió del cielo, después asumió una carne de esa virgen de la que nació; y, una vez más, se dice que el Hijo de Dios crucificado y sepultado, al haber sufrido esto no en la divinidad misma, por la que el Unigénito es coeterno y consustancial al Padre, sino en la debilidad de la naturaleza humana”
[2].

Es importante tener presente la realidad soteriológica, que implica que Dios mismo tome la condición de esclavo
[3], y este asumir tiene como fin la redención humana, la liberación del pecado, porque sin una verdadera encarnación no es posible que el hombre sea redimido. Era necesario que asumiera la realidad de la condición humana para de esa forma poder liberarla, ya que, estaba en poder de los influjos del pecado y de la muerte[4].

“Este nacimiento temporal no menoscabó en nada a aquel nacimiento divino y eterno, ni nada le añadió, sino que este Hijo se consagró para la restauración del hombre que había sido engañado, para vencer a la muerte y destruir por su propio poder al diablo, que tenía el imperio de la muerte. Ciertamente, nosotros no podríamos vencer al autor del pecado y de la muerte si Aquél no hubiera asumido nuestra propia naturaleza y la hubiera hecho suya, Aquél a quien ni el pecado ni la muerte pudo contaminar ni retener”
[5].

[1] Cf. León Magno, Cartas Cristólogicas, Madrid, Ciudad Nueva, 1999, Biblioteca Patrística, pág. 114
[2] Ídem, pág. 126
[3] Cf. Ídem, pág. 126.
[4] Cf. Ídem, pág. 120
[5] Ídem, pág. 113.

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