El término conciencia no se emplea con un significado unívoco. Aun más, en algunos autores el término es usado como sinónimo de persona.
Pero la clave no reside tanto en una enumeración de los distintos significados que se le otorgan al término cuanto en la comprensión de que "no es el término el que provoca la problemática, sino que es ésta la que va orientando de forma diversa la semántica", es decir, "no es el uso del término el que imprime significados particulares al planteamiento de la reflexión ética, sino que es el planteamiento de esta reflexión el que determina un uso semántico diverso del término conciencia"'.
Así, en la semántica psicológica la conciencia se entiende en términos del súper yo; en la semántica intelectiva la conciencia es la facultad del juicio sobre lo moralmente bueno y recto en sí, sobre la bondad moral de la propia actitud y sobre la rectitud moral del comportamiento (la definición kantiana de la conciencia como tribunal interno); en la semántica volitiva el término es sinónimo de corazón en el lenguaje bíblico, de opción fundamental (K. Rahner y J. Fuchs), de sentimiento de los valores en el lenguaje fenomenológico, de actitud (B. SchOller y R. Ginters); y en la semántica parenética la conciencia es vista en su función de exhortar y estimular en relación con la voluntad y la actitud, expresándose en términos de la voz de Dios y de remordimiento.
Un breve recorrido por las distintas aproximaciones al concepto de conciencia moral revela dos perspectivas básicas: una se sitúa dentro de una hermenéutica intelectualista (una facultad de juicio), mientras que otra privilegia una comprensión personalista (una dimensión de la persona).
La conciencia es el juicio próximo práctico sobre la moralidad de las acciones propias (Arregui-Zalba).
La conciencia es aquella facultad moral de la persona que le dice subjetivamente lo que es bueno y malo, y que le manifiesta su obligación moral (Henry Peschke).
La conciencia es la facultad moral de la persona, el centro interior y el santuario donde uno se conoce en confrontación con Dios y con los demás. Sólo puede confrontarse reflexivamente en la medida en que genuinamente encontramos al Otro y a los otros. Dentro de nosotros resuena la llamada de la Palabra en quien estamos creados, la llamada del Maestro que nos invita a estar con El. Nuestra conciencia recobra vida por medio de esta Palabra que nos llamó a la existencia y ahora nos llama para estar con El como sus discípulos, por medio del poder del Espíritu Santo, el donador de vida (B. Haring).
La conciencia moral es una profunda experiencia personal en la cual nos sentimos desde el Señor como don y tarea, proyectados a vivir el dinamismo del amor divino que nos atraviesa, y con una consecuente responsabilidad de impulsar nuestra verdadera y plena realización que no es otra cosa que el bien de la persona. Este dinamismo de la conciencia moral será la luz en todo el actuar y en todas las tomas de decisión, convirtiéndose en una guía de la actividad libre de la persona (J. Fuchs).
La conciencia moral es la persona misma en cuanto que se autoposee y se autoclarifica en referencia recíproca con los demás y en relación con la seriedad de su propia praxis. Para el creyente la conciencia es además la claridad de la persona en referencia a Dios. La persona es imagen de Dios y, en cuanto imagen divina, es capaz de leer la voluntad del Creador en el orden de la creación. El juicio de conciencia introduce en la vida moral la implicación del sujeto: tanto para iluminar los valores como para hacerlos funcionales y obligantes (M. Vidal)
1 comentario:
hola... emm ta bn buena la informacion...m sirve ato pa filosofia XD.... podria subir algo sobre aristoeles??!!!... cmo las sustancias, forma, materia.....etc... :)..eq en eso toy jajaja.... la metafisik d aristoteles XD... oohh q patua yo... ajaj weno esop q ete bn xau...
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